Volviendo de las vacaciones, en el coche, tuvimos tiempo para hablar. Sobre crianza, sobre el cuerpo, sobre desaprendizaje, sobre conexión. Mis temas favoritos. Comentábamos que era increíble tener que recurrir a libros para criar, para parir, para conectar entre nosotros. Con nuestras crías.
Últimamente Aristóteles me cae regular. Y es que en filosofía en el instituto no me dijeron que este hombre, como tantos otros griegos coetáneos, padecía de misoginia. Ahora que no hago más que leer y hacer cursos y seguir a mujeres que me inspiran muchísimo he sabido que nos consideraba seres incompletos, por el simple «fallo» de no tener falo. Al parecer, gestar bebés, parirlos, nutrirlos y tener la capacidad de cuidarlos no le parecía suficiente. ¡Bah! Eso lo hace cualquiera! Cualquiera excepto los poseedores de falo, que hacen otras cosas, claro. Pero hay una frase suya que siempre repito «El hombre es un animal social». Rousseau, con una sensibilidad mayor también lo admite para horror de Voltaire y tantos otros filósofos de la época. Hablamos de cien años antes de Darwin.
Y hablando de animales y de humanos y de capacidad de parir y de nutrir me estuve acordando de lo que me ha contado mi madre estos días que he estado en casa.
Ella trabajó muchos años en un hospital. Aunque no es médico, ni enfermera ha estado muy en contacto con personal sanitario siempre. Me hablaba del «goteo» que es una anestesia general que al parecer se usaba mucho en los 70 y 80 para dormir a las mujeres durante los partos, por aquello de que no molestaran sufrieran tanto.
Al parecer había una eminencia en los años que ella parió, en el hospital en el que desempeñó su trabajo, que decía que «las mujeres no somos animales» justificando así el uso de herramientas varias en paritorio.
Y yo pensaba en un médico francés. Siento verdadera admiración por los médicos que no se quedan exclusivamente con lo que han aprendido en la facultad, con lo que les dicen otros médicos. Siento admiración por los médicos que son capaces de mirar (viendo) otras culturas, sin juicios, sin neocórtex, con verdadero interés y ganas de aprender. Pero sobre todo, de cambiar el mundo. Michel Odent es uno de ellos. Adoro leer con que pasión habla de la necesidad de inhibir el neocórtex para cualquier proceso sexual, sobre todo se centra en el parto.
«Cualquier inhibición, sea durante el parto sea durante cualquier otro episodio de la vida sexual, procede del neocórtex. Es por ello que, en un parto que se desarrolle espontáneamente, según el «método de los mamíferos», llega un momento en el que la mujer parece que desconecte del mundo y se vaya a otro planeta. Este cambio de estado de conciencia indica la reducción del control por parte del neocórtex. Es entonces cuando la futura madre se siente libre y se atreve a gritar, a abrir sus esfínteres, olvida lo que ha aprendido, lo que le ha transmitido su cultura, lo que es «de buena educación». No hay mejor manera de conseguir que un parto sea largo, difícil, más doloroso y, claro está, más peligroso, que estimulando el neocórtex, la cuna de todo tipo de inhibiciones . Se puede estimular el neocórtex mediante la luz, utilizando el lenguaje racional, lógico o comportándose como un observador. En cambio, la sensación de intimidad nos indica que el neocórtex ha reducido su control». Dice en su maravilloso y necesario libro «El bebé es un mamífero».
Hablando con mi amiga María de estos temas me contaba la competitividad que existe entre matronas y ginecólogos (su tía es matrona y le cuenta). De como cuando pasa demasiado tiempo y la parturienta no ha dado a luz aún, llega el médico, reloj en mano, metiendo prisa y añadiría «sólo» (y sólo porque estos días ando políticamente correcta): «Activando el neocórtex».
Es una pena que para encontrarnos a nosotros mismos, para volver a conectar con nuestra biología, con nuestra naturaleza más primal, para aprender a respetar nuestro cuerpo, a nuestros hijos y al vecino tengamos que recurrir a los libros. Aunque claro está, peor es nada.
Con todo esto he llegado a la conclusión de que al mundo le falta ternura y doulas en paritorio…De lo que sobra no voy a hablar. Porque pienso como el Dr. Odent:
Mi segundo parto fue tal cual, un abandonar mi cuerpo y salir a otra dimensión, esa donde las mujeres somos poderosas como diosas invencibles que gritan con las entrañas para que se entere el.mundo que pariendo sólo hay una, la mujer y no necesita nada más. Eso da mucho miedo sis. Imagina por un segundo un hombre presenciando el cuadro, viendo como una mujer maneja semejante dolor y un segundo después con su bebé en brazos sonríe y desprende oxitocina a raudales. Se les tiene que caer el falo Canija Jaja. Somos la caña.
Vaya que sí, nena! Estoy deseando que escribas sobre tus 3 partos <3 Cada vez que me cuentas tu segundo me derrito…Abrazo gigante
Así es guapa, totalmente de acuerdo… decía Michel Odent también en ese libro, el cual también recomiendo por supuesto, que basta con preguntarle a una parturienta el número de la seguridad social para que se le paren las contracciones… y así es; ¿¿¿a cuántas no se les estanca el parto al llegar al hospital???
Fíjate, chica! Para que veas Y sí, otra con la que me quedo embobada cuando habla de su segundo parto 😉 También tendrías que escribirlos nena <3 Un abrazote