El texto «9 Non-Threatening Leadership Strategies for women» , rebautizado por mí como «Treat them gently, you bossy bitches!» cae en mis manos en una semana en la que le he tenido que poner las cosas claras a un vecino, por cierto médico, que no pediatra, (aunque tampoco me habría frenado, ya me conocéis). Le he parado los pies porque ya me tenía un poco harta de que se metiera en mi vida.
El buen señor, al que, por cierto, conocemos desde hace menos de dos meses, es decir, el tiempo que lleva viviendo aquí, resulta que cada vez que me veía (nótese el tiempo pasado) a mí con mi hija de tres años me daba un consejo (a veces incluso dos) no pedido, de gratis, lo que viene siendo por toda la cara, vamos. Y es que, claro, será que él tiene dos niñas de 8 y 11 años, es médico, es hombre y yo una simple mujer. Es evidente, tenía que guiarme cuan pastor que guía ovejas descarriadas hacia el rebaño. Hasta que el sábado pasado me hinchó las narices y le dije que no se metiera más en mi familia, que él no era nadie en mi vida como para darse ciertas licencias. Tendríais que haber visto como se volvió a meter en su casa con cara de ofendido y sin decirme ni media palabra. Fue un gesto torpe, impropio de una autoridad de bata blanca, más bien parecía un niño que corre para esconderse en las faldas de su mamá. Yo sé que muchas mujeres que me están leyendo reconocen situaciones similares. De verdad que es una pasada lo que tenemos que soportar, por no ser hombres. Muy a menudo nos tratan como a niñas, con un paternalismo nauseabundo que a mí personalmente me ha puesto siempre muy enferma.
Lo peor de todo es que cuando les haces notar que se están pasando 1) No te piden perdón (que tampoco es lo que una busca, a estas alturas del camino con que nos dejen en paz nos basta, ¿verdad?) y 2) Los ofendidos son ellos y nosotras somos las que nos quedamos con la cara a cuadros pensando que somos las malas de la película también en esta ocasión. Ya estamos comprometiendo nuestra condición de niñas buenas, buenas chicas, buenas mujeres tal y como nos quiere la sociedad. De verdad que una tiene que atravesar muchos estratos de sí misma para reunir las hagallas de pararle los pies a la gente y quedar como la antipática de la historia.
El reto es ése, librarnos de nuestras propias etiquetas, de las que nuestra familia, el colegio, la maestra de ballet, la de inglés, las amigas, nuestra vida, nosotras mismas hemos/han ido poniéndonos. Quizás cambiar simpática por antipática consiga quitarnos muchas presiones. Y es que hay días que una simplemente no tiene «el chocho pa farolillos». Así que repite conmigo, hasta trece veces (el número es importante) delante del espejo, si quieres, claro está:
Sis…mucho ajo y agua para todos. Y qué peso te has quitado de encima, y pesado tb jajaja. Besitos
Tú lo has dicho! Esto es gloria, sis! 😉 Besos
y es peor cuando el o los consejos gratis te los da otra mujer… como si fueras tooooooota como puerta…. eso me indigna!!
Sì, Magdalena, en efecto es peor cuando te los da otra mujer, te hace sentir una desorientación tremenda
Vaya tela guapa! Lo que hay que aguantar! Y lo peor es lo que tú dices, que encima ellos son los ofenidos y una queda de antipatica! Por cierto, al final no me contaste qué te pasó ��
Nena te/os debo un audio con pelos y señales 😂 😉 En cuanto encuentre un hueco. Es una pasada este tema, Maite! De todos modos te empoderan que no veas 💪