Cada uno lo hace lo mejor que puede

Mi amigo Dani en respuesta a mi post de «rosas y espinas en mi jardín» me envió un link de un artículo de The Guardian cuyo título era algo así como que preocuparse por ser una madre perfecta hace más difícil ser una buena madre. Èl no ha sido el único empeñado en darme ánimos y «palmadas virtuales en la espalda» también otras amigas, de entre la que destaca mi querida Teresa la cual me envió la frase mantra de la foto de esta entrada. Por ello gracias chicas (la mayoría han sido de sexo femenino pero te incluyo, Dani). Sois unos soles.

A estas alturas del corto pero intenso camino que llevo como mamá sé que soy limitada. Que nunca seré una madre perfecta, una mujer perfecta. Una persona perfecta. Pero eso no me impide desear mejorar.

Tranquilos que ya dejé de competir en las olimpiadas de las mejores madres.

Pero eso no me impide admitir mis errores. Hay cosas que hay que explicar a los hijos. Porque me parece importante que tu hijo sepa que hay  comportamientos que él no debe aceptar. Que hay ciertos comportamientos que él no merece. Es importante para su autoestima. Como es importante también que sepa que su madre no es perfecta. Que es humana. Que se equivoca.

Es importante hablarlo. Ponerle palabras a todo lo que siente y a todo lo que pasa. Pero desde una visión objetiva. No subjetiva: «Yo me he comportado así porque tú te has portado mal antes». Un niño no se porta ni bien ni mal, se porta como niño que es. Y como niño que es hay que corregirlo y guiarlo, dentro de nuestra torpeza, de nuestras virtudes, nuestros defectos, nuestros días buenos y nuestros días malos. Hablar. Ponerle palabras. No para justificar nuestro comportamiento. Pero sí para que el recuerdo no se pierda en algún compartimento secreto de su mente. Para que no quede almacenado sin ser revisado. Mal colocado. En desorden. Perdido. Para que se almacene ordenadamente. Con la etiqueta correcta.

Y no niego que a veces una no pueda hacer mejor las cosas por como se esté dando todo lo que rodea la escena con tu hijo. Es decir, trabajo, situación económica, situación familiar, momento emocional, cansancio o hambre, de ambos, las necesidades del cuerpo es muy importante que estén cubiertas. En fin, la pirámide de Maslow.

A ser madre nos enseñan nuestros hijos, es un trabajo que se hace a diario y en conjunto y como dice una de mis «hermaestras» favorita «cada uno hace lo que puede dentro de sus posibilidades».

Os dejo el enlace de la entrada que

inspiró la de hoy:

Rosas y espinas en mi

jardín

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