No suelo comprar mucho en Zara últimamente. No es que le esté haciendo un boikot al señor Ortega, como otras personas que conozco. Al señor Nestlé sí, en la medida de lo posible porque, creedme, no es fácil. Nestlé está en los sitios más inverosímiles. Y es que agarras un producto en el supermercado y le das la vuelta con esperanzas de no ver figurar entre los ingredientes el dichoso aceite de palma y ahí ves en pequeñito el logotipo y dices «¡Leche!¿Esto también es de la maldita marca suiza?»
El caso es que no está en mis planes más inmediatos dejar de comprar concretamente en Zara, compro poco, así en general, porque de todos modos es difícil comprarle a una marca «justa» alternativa. Digamos que hay que buscar bien, y lleva su tiempo, pero estoy convencida de que llegaré a un compromiso más justo con el planeta (a la humanidad la incluyo en él, de ahí que no la nombre explícitamente).
El año pasado por estas fechas adquirí una camiseta que me gustó mucho. Simple, blanca, de algodón con un mensaje en plata. PEACE, dice. Pero creédme, cada vez que abro el cajón y decido ponérmela, me gusta mucho como me queda, me veo muy guapa en ella, algo en mi cabecita me dice que no estoy siendo consecuente con el mensaje.
¿Por qué? Pues porque una empresa que explota a miles de personas en el tercer mundo y en su propia tierra, que se supone que no es el tercer mundo, para mí muy pacifista no es. Que el mensaje va para la persona que la lleva puesta, eso ya lo sé. Por eso y por mi acceso a la información es por lo que me siento mal.
Y así cuando llevo la dichosa camiseta no pienso en Paz, pienso que llevo escrito ¡HIPÓCRITA! Yendo el mensaje a mí misma, ojo. No pretendo criticar a nadie que haya decidido comprar la misma camiseta, hacer pensar, vale. Pero no juzgar ni criticar. El comedero de olla lo tengo conmigo misma.
Me gusta conectarlo todo, es mi forma de seguir creciendo, de seguir mejorando. Y buscando una frase de Eleanor Roosevelt, mujer a la que tanto admiro, me encontré con esta otra:
«No basta con hablar de paz, uno debe creer en ella y trabajar para conseguirla.»
El feminismo va de eso, va de justicia y de paz. La justicia, la paz, la dignidad, la libertad están muy relacionados con el feminismo. Por mucho que a algunos hombres les parezca agresivo. Muchos no son conscientes de que partimos de una base en la que vivimos en un mundo que los favorece a ellos. La incapacidad de ver esto es porque estamos tan inmersos en él que nos falta perspectiva. Últimamente me acuerdo mucho del conejo blanco de «El mundo de Sofía» en el que el autor invitaba a la receptora de su mensaje a salir a la superficie para ver con distancia, desde fuera, el conejo. Es normal que las mujeres se revelen en un mundo en el que se vulneran constantemente sus derechos y su dignidad, me parece lógico y natural. Pero ni que estuviéramos hablando de armas, de guerras. No me parece que sea una revolución precisamente sangrienta. Es más, ni siquiera me parece una revolución.